Editorial

Pros y contras de la Franja y la Ruta

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El reciente Chile Week en China, la visita del Presidente Boric a ese país, anuncios como la inversión de la gigante china que construirá una fábrica de baterías de litio en Mejillones, son todos ejemplos de la gran importancia que tiene para Chile la relación con su principal socio comercial y segunda economía del mundo.

Está en el interés de Chile, como en el de muchos países emergentes, ampliar y profundizar las redes económicas con China, que precisamente se ha embarcado en un sostenido esfuerzo recíproco en ese sentido durante años, especialmente en la última década. La cara más visible de ese esfuerzo ha sido la iniciativa conocida como la Franja y la Ruta, que describe a un variopinto (y geopolíticamente polémico) conjunto de inversiones o créditos del Estado chino para grandes proyectos de infraestructura en todo el mundo en desarrollo, que por estos días celebra 10 años.

Para aprovechar las oportunidades de esta iniciativa de China un país debe saber gestionar condiciones que minimicen los riesgos.

De la reciente gira presidencial trascendió que Chile tendría interés de ser más activo en la Franja y la Ruta. Esto hace sentido. La disposición de China a destinar recursos a proyectos estratégicos para el desarrollo -puertos, trenes, represas, puentes, centrales de energía, etc.-, incluso con opciones de transferencia tecnológica, ofrece muchas oportunidades para países donde el déficit de ese tipo de infraestructura es, precisamente, un obstáculo al progreso.

Sin embargo, la trayectoria de la iniciativa durante una década entrega, también, razones para la prudencia, pues abundan ejemplos de proyectos fallidos, incompletos o cuya estructura financiera ha devenido en importante lastre para los países receptores, “atrapados” con deudas que no pueden pagar o instalaciones que no controlan.

Existe asimismo evidencia creciente de que muchos de esos proyectos -de los cuales un buen número incluye escándalos de corrupción en su financiamiento o asignación- son un lastre económico y político también para la propia China.

Para aprovechar las oportunidades de la Franja y la Ruta un país como Chile debe saber gestionar condiciones (empezando por la transparencia) que minimicen los riesgos.

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